Saturday, 29 March 2014

Prudencia

Prudencia

La prudencia significa cautela, sensatez, moderación.  

Una persona prudente se conduce por la vida con mesura y cuidado de no ocasionar algún daño intempestivo, con consecuencias propias o ajenas . Es un sujeto considerado hacia los demás. No antepondrá un beneficio propio frente a los que le rodean, si no es justo o correcto.

La prudencia no tiene nada que ver con la religión, política, estudios o credo. Tiene que ver con la educación que nos dan en nuestras casas, del ejemplo de nuestros padres, del sentido común.

En la actualidad es muy poco conocida, debido a los comportamientos laxos, donde no hay jerarquías de respeto, ni buenos modales, ni tiempo y momento correctos. 

No existe prudencia :

Donde un simple estornudo o una simple tos, son vistas como algo común, natural, inofensivo y se hace sin pañuelo, contaminando una sala de emergencias, donde existen personas enfermas o incluso hasta delicadas, esperando atención médica.

Cuando una “cordial” visita para un enfermo, que debe ser muy corta y no durar mas de 10 o 15 minutos dure incomodas horas y se convierta en una larga visita social, donde el visitante pasa a primer plano, haciendo al enfermo con todos sus malestares físicos y emocionales a  un lado.

No hay prudencia cuando se llega a una casa  a  " quedarse" sin ser invitado directamente por el dueño y sin importar sus planes o situaciones personales  por las que este viviendo.

Cuando en  un consultorio, el celular de una persona, no para de sonar debido a mensajes que la hacen reír a carcajadas y con un volumen tan alto, que retumba para el malestar de alguna persona enferma

Donde un día cualquiera, inclusive un domingo, nuestro vecino de al lado empieza a practicar batería a las diez de la noche, sin pensar que alrededor hay gente que quiere dormir y que necesita levantarse temprano para irse a trabajar.

No hay prudencia cuando en el cine la gente acepta llamadas por el celular y habla a gritos en plena función.

No hay prudencia cuando manejando, observamos el comportamiento errático y distraído del conductor de enfrente porque va texteando  o hablando por el celular mientras maneja.

No hay prudencia, cuando vemos bajarse de su auto a una persona en perfecto estado físico - no sé mental - estacionada en un lugar para discapacitados.

No hay prudencia cuando en un restaurante, papás fumadores se sientan en el área de fumar con sus hijos pequeños.
 
Prudencia, si todos la practicáramos a diario, estoy segura que viviríamos  en un lugar mejor o al menos un poco más amable, con menos daños colaterales y una satisfacción personal de hacer lo correcto, que nos ayudaría a dormir mejor cada noche.



Monday, 13 January 2014

El palillo de dientes



El otro día, mi esposo y yo estábamos comiendo en un restaurante muy casual de mariscos, disfrutando la plática y cada bocado de nuestra comida . 

En eso estábamos cuando mi mirada se dirige a un señor que comía solo y venía vestido de pants rojos, con la camiseta de su equipo favorito de futbol - ya para que gastar tinta en su atuendo, es inútil –  y pedía al mesero : “un palillo por favor”.

¡OH no! ¡No! el palillo en la mesa sólo quiere decir que tengo que dejar de mirar hacia allá. Y ya no pude quitarle la vista cuando este inocente utensilio de madera, llegó a sus manos. Un simple palillo, que no debería desvirtuar su uso de ayudante en la cocina y en las botanas, me ponía nerviosa y a la expectativa involuntaria de reojo.

Ese infeliz palillo de madera, empezó a ser utilizado como limpiador de dientes y muelas, de una manera que sólo un dentista podría haberlo hecho. Con la precisión de un taladro ultrasónico  de limpieza bucal, subía y bajaba en cada diente  y muela, por muy adelante o atrás que estuviera, recorría cada pieza dental. El hombre sacaba de su boca comida con él , la miraba, la olía   y la comía de vuelta. Era repugnante,  asqueroso y nauseabundo ¡¡GUACAlA!!! ¡¡Qué desagradable!.

Esta tarea no fue corta, duro y duro, no se cuantos minutos pues evitaba verlo, aunque lo tenía enfrente de mi, pero fueron interminablemente asquerosos. Por fortuna ya habíamos acabado de comer y este espectáculo tan desagradable, sólo nos afecto visualmente, aunque debo de confesar que me hizo sentir nauseas.

Pedimos la cuenta y huimos de ahí dejando atrás a este señor absorto  en su limpieza bucal, frente al televisor que transmitía un juego  de futbol, que lo tenía perplejo. En mi muy osada y poco viable  opinión, lo debieron de invitar a que se retirara del lugar por mal educado, vulgar y corriente.

Este show también me ha tocado observarlo con pena ajena y asco, en restaurantes elegantes con hombres vestidos de traje y corbata  y alguna que otra  mujer, sin rastro de buenas maneras.
  

La costumbre del palillo o mondadientes.

El palillo fue uno de los instrumentos que se inventaron hace miles de años para limpiar los dientes, incluso mucho tiempo antes que el cepillo de dientes existiera. Era un utensilio de limpieza de lujo, hecho a veces de oro, plata, cobre o simple madera. Era un símbolo de estatus y a veces el único instrumento para limpiarse los dientes en la antigüedad.

¿Cómo llegaron a las mesas de los restaurantes y casas?

Esta idea en su momento “genial”, se la debemos a un norteamericano llamado Charles Forster quien en 1887, después de viajar por Brasil, se dio cuenta que los dientes de los nativos, estaban muy bien cuidados, siendo pequeñas astillas de madera que pasaban entre sus dientes para sacarse con ellas restos de comida, las causantes de sus dentaduras tan “limpias”.

A este señor se le ocurrió llevarlos Norteamérica e inicio su fabricación masiva en Boston. El problema  era vender los palillos a los restaurantes que no lo consideraban necesario y educado.

Entonces, organizó un elegante grupo de estudiantes de Harvard, a los cuales pagó sus cenas, en el famoso y elegante Boston Union Oyster House, con la única condición, de que le ayudaran a vender sus palillos. Y así lo hicieron,  al finalizar de comer pidieron a gritos un palillo y armaron un gran escándalo al no ser proporcionado. Al otro día, sólo basto que el Sr. Forster vendiera sus palillos a este elegante restaurante, para que los demás establecimientos siguieran su ejemplo.  

Y ahí empezó la maldición del palillo en la mesa, que pronto se popularizo mundialmente, como objeto público de limpieza dental.

Los restauranteros de esa época no estaban nada mal. La sociedad bostoniana tan refinada , simplemente no querían que la gente limpiase sus dientes en la mesa, considerando este acto como impropio y de mal gusto.

Pero como todo en las modas, los lideres de opinión marcaron esta tendencia como buena y dentro de las “costumbres permitidas” y así un acto tan privado como limpiarse los dientes, fue bien visto y en ocasiones hasta de estatus, pues un palillo en la boca, significaba que la gente había comido.

Esa costumbre persiste hoy en día, cuando algunos restaurantes regalan palillos y los colocan en la mesa, como un accesorio más, para que el comensal lo utilice libremente después de comer. Si no están en la mesa, bastará con pedirlo al mesero, para que sin pena, traiga un bonche de ellos.


¿Qué dice la etiqueta actualmente de los palillos?¿Se deben utilizar?

En la mesa es un rotundo NO.

Una regla básica de etiqueta, es no utilizar palillos en la mesa. Denota un descuido y desconsideración total. Es un espectáculo muy desafortunado que nadie debería dar ni observar.

Si sentimos algo atorado en nuestros dientes, lo correcto es tomar el palillo y retirarnos al baño a limpiarlos, en privado, sin que nadie más nos vea.

Los palillos no deben salir de la cocina, salvo para complementar  o ayudarnos a comer un platillo.

No se deben guardar de la botana, para utilizarlos “al rato” en la sobremesa.

En  conclusión, sin vuelta de hoja y sin laxitud al respecto:  los palillos no deben de existir ni ser utilizados en la mesa, nunca,  jamás. 

Los deberían de prohibir y cobrar multas por usarlos públicamente.